Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

domingo, 12 de febrero de 2017

Marilé Molina Varó recuerda a su padre Manuel Molina y a los amigos como Miguel Hernández o Carlos Fenoll





Vivíamos mi familia y yo (los cuatro como le gustaba decir a mi padre) en un tercer piso de una calle del Barrio de San Blas, cuyo nombre era todavía el del constructor y después fue calle del Poeta Garcilaso de la Vega. La fachada daba al cementerio viejo, pero por la parte trasera se contemplaba el mar desde el cabo de Santa Pola al Cabo de la Huerta. Allí era donde estaba el despacho de mi padre, donde escribía, leía y recibía a sus amigos. Allí conocimos mi hermana y yo a Josefina Manresa, que venía desde Elche al cementerio de Alicante, donde reposan los restos de Miguel Hernández. La recuerdo evocando con mi padre el ambiente de Orihuela que ambos habían vivido en su juventud, también recuerdo su belleza serena, su mirada triste y su voz.

La gente que venía a Alicante buscando noticias del poeta Miguel Hernández pasaba por mi casa: Concha Zardoya, Ma de Gracia Ifach, Marie Chevallier... Mi padre también mantenía amistad y correspondencia con otros escritores y poetas del resto de España, Ma Beneyto, José Albi, Julián Andúgar, Vicente Aleixandre...

Una tarde de verano, el poeta Blas de Otero, que pasaba unos días en Alicante, se encontraba en mi casa. Mi vecina de abajo me pidió que fuese a jugar a la calle, mi respuesta fue que no iba a salir porque "estaba en mi casa el mejor poeta de España". Respuesta que hizo sonreír al poeta que escuchó todo esto a través de una ventana abierta.

En el estudio que el pintor Gastón Castelló tenía en la calle San Fernando se organizaban de cuando en cuando reuniones a las que acudían escultores como Carrillo y Gutiérrez, pintores como Pérez Pizarra, cantantes de coro como Antonio Oliver (el Bardo), acompañados de sus mujeres e hijos; allí se merendaba, se cantaba "La Cabrita" interpretada magistralmente por Gastón y el Bardo.

Fue fundamental en la vida mi padre y en su obra la relación con sus amigos de Orihuela, Carlos Fenoll, los hermanos Sijé y Miguel Hernández. Era mi padre el benjamín, (7 años le separaban de Miguel), de aquellas reuniones en la tahona de los Fenoll en la calle de Arriba, pero siempre le oí narrar con verdadera emoción el momento del nacimiento de los primeros poemas de Miguel Hernández o de Carlos Fenoll.

La pérdida de la guerra, la muerte de Miguel en la cárcel de Alicante, y muchos otros reveses de aquella época, hacen escribir a mi padre estos versos: Quiero recordar tu figura y tu acento, y más te pierdo cuando más te busco, desisto de mi empeño, aunque no te olvido, que más vivo estás en mí, ahora de muerto, que lo estuviste antes, cuando vivo.

En los años 70 y 80 mis padres hicieron realidad uno de sus sueños, viajaron a París, Roma, Grecia o Viena. Mi padre siguió escribiendo poesía, artículos en prensa, revistas o llibrets, y dando charlas y conferencias. Este ajetreo viajero, el nacimiento de sus nietos y el contacto humano en charlas, conferencias y encuentros literarios, fueron llenando su vida hasta el final.

Marílé Molina Varó
 (Hija de Manuel Molina)
marzo de 2011

Centenario de Manuel Molina (1917-2017)