Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

miércoles, 15 de febrero de 2012

Entrevista en 1972 a Carlos Fenoll por el periodista José María Moreiro

Esta entrevista es la única que concedio Carlos en el mismo años de su muerte, en 1972. Desconcemos y el periodista grabó la conversación o se limitó a tomar notas. De existir este documento sonoro sería el único del que disponemos.

Por José María Moreiro *


Carlos Fenoll, el panadero

Un buen día, la suerte nos llevó a una de esas calles barcelonesas, sombreadas, estrechas y sucias, que conforman el laberíntico cinturón del barrio chino[Calle Aurora nº 7, 1.1º dch]. Allí vivía, casi desde el año 1947, rodeado de una pobreza digna, hundido en el anonimato, siempre ganándose el pan con el pan, el panadero oriolano que fuera el mejor amigo de Miguel Hernández, aunque la elegía pueda hacernos suponer hoy otra cosa. En la vieja tahona que Carlos Fenoll regentaba en Orihuela dijo Miguel Hernández sus primeros versos cuando, por las tardes, abandonaba el hato de cabras. A ella volvería, la víspera de su definitiva detención, a abrazar a su amigo Carlos. La amistad entre ambos queda testimoniada en cientos de cartas, muchas de las cuales hoy han desaparecido. Luego sobrevendría la muerte de Miguel y Carlos Fenoll, bajo el efecto de aquel terrible mazazo, quemó cartas, abandonó el verso, malvendió cuanto tenía y fue a refugiarse, con los suyos, en una barraca de Montjuich (1) hasta que, al fin, pudo alquilar una humilde vivienda en la calle de la Aurora, donde viviría ya hasta su muerte [31 de diciembre 1972, de un infarto mientras dormía].

Con Carlos Fenoll desaparecía un ser extraordinariamente sensible y abofeteado por el destino y el único biógrafo posible de Miguel Hernández.
Sus palabras tienen hoy ya el valor de un documento.
Fue difícil convencerle (2) pero, al fin, Carlos Fenoll -cuyo nombre salta pronto al hojear cualquier biografía de Hernández- venció su profunda desgana, perfectamente traslucible en estos antepenúltimos, y amargos, versos suyos:

Todo canta, sin duda, en torno mío.
Mas todo, hasta el amor, está ya muerto
para mi en este instante -que no acierto
nunca a vencer- de espeso y lento hastio...
(3)

y decidía romper con el doloroso silencio que así mismo se había impuesto. Luego dio una enorme brazada, de treinta años, y comenzó a tirar del hilo con timidez.

-El año 47 [5 de agosto] viene a Barcelona [en barco]. La panadería de Orihuela se había convertido en un negocio ruinoso y la dejé. Fuimos trece hermanos, a pesar de que mi padre murió a los cuarenta y dos años. En aquellos tiempos se daba una gran mortandad infantil, así que los matrimonios procuraban tener muchos hijos con el fin de que al menos la mitad sobrevivieran. Yo, que hacia el número tres, era el mayor cuando murió mi padre. Fue duro. En aquel entonces había, por lo menos, dieciocho panaderías en Orihuela.

La conversación parece que va a morir a cada instante, que todo intento de reavivarla será inútil, pero Fenoll, el hombre sencillo que habla con la insospechada elocuencia de un catedrático humilde, desdice al Plauto, se transforma en Carlos y vuelve a dar unas brazadas, inmerso en sí mismo, y se vuelca como un jarro de onzas sobre el hule.

-Miguel nació en la calle de San Juan, y yo también; sus padres se fueron a vivir a la entonces calle Arriba -hoy lleva el nombre del poeta- y también los míos. Después ocurrió que ambos nos pusimos a hacer versos. A Miguel lo mandaron al monte por ahorrarse dinero quitándolo del colegio. Una pena. Miguel tenía una memoria increíble. Recuerdo que leyó una vez la antología de Juan Ramón Jiménez y, al día siguiente, la recitaba de carrerilla. Siempre tenía a mano el diccionario y la gramática. Los llevaba incluso al monte, por el que trepaba a gran velocidad mientras yo no podía. La costumbre le había convertido en una especie de animal montés. Miguel era hijo de una familia de pobreza limpia [Su padre era tratante de ganado y no le iban los negocios]. No pasaba hambre. Y tenía otra cosa: jamás permitió que en ausencia del individuo se le criticara. El decía, después de su primer viaje a la capital de España: «en Madrid son unos chismosos». Era un ser de lo más noble. Siempre veía el lado bueno de las cosas.

Hay un silencio. A través del rotón (sic) [por agujero o roto] por el que velamos el pasado, los años se descolocan caprichosamente hasta que el tiempo adquiere unidimensionalidad y termina otorgando preferencia en la mente de Carlos Fenoll a las sensaciones más vivas.


-La amistad entre ambos nació porque había un teatro en el que actuaba mi hermana Josefina [se conocian desde 1928 por el Cuadro Artístico Musical de la Casa del Pueblo]. Miguel no conocía el ambiente. No conocía por entonces más que la huerta y lo que él estudiaba por libre. Un día un primo suyo (4) lo llevó al teatro y se le antojó interpretar una obra. Era el año 1930 cuando hizo un papel dramático en «Los semidioses» (5). Lo hizo tan cabalmente que fue sacado a hombros. Recuerdo que nada más comenzar los ensayos ya quería escribir una pieza al estilo de Ardavín y Villaespesa. En tanto yo, ajeno a todo, comencé a publicar en «Actualidad», periódico que entonces se hacía en Orihuela. Cuando Miguel se dio cuenta le dijo a mi hermana Josefina «¿Es éste tu hermano?». Le contestó afirmativamente y acto seguido quiso conocerme (6). Así llegó a casa y me preguntó qué era lo que había que hacer para publicar. Le dije que algo no muy largo, porque en el periódico disponían de poco espacio, pero Miguel, que tenía un temperamento arrobador, quería escribir, a toda costa, «una cosa grande».
Le advertí que el teatro en verso era una cosa muy distinta de la poesía; que un poema debía tener ritmo y decir algo en veinte, treinta o cuarenta versos a lo sumo. «¿Y eso es poesía?", me dijo. Veinte o cuarenta versos le parecían poco, y, desde luego, una cosa sencilla para él. Hablamos esto a la hora del almuerzo y aquel mismo día, por la noche, me trajo una poesía titulada «El pirata», que tenía, por lo menos, cincuenta versos. Yo le volví a repetir que era un poco larga, como me había dicho el director del periódico en una ocasión, y Miguel exclamó, muy contrariado: «Eso ya lo sabía yo». Dijo que se había imaginado el mar y yo le insté a que escribiera sobre las cosas circundantes, más conocidas, donde no tendría necesidad de inventar nada. Aquella composición no era más que un remedo de «La canción del pirata», de Espronceda. Después se le ocurrió escribir un drama, en cinco actos nada menos. Le dije que cinco actos eran muchos, pero Miguel escribió el drama, en cinco actos, como quería. Se llamaba «La gitana» [hoy perdido] y estaba escrito en libretas escolares. Tuvo que dejar el estreno porque hacían falta muchos personajes y era muy complicado -estaba escrito en octosílabos-, impresentable. Una imitación del estilo de Ardavin y Villaespesa, autores para nosotros muy familiares, pero a modo de auto sacramental (7). Aún siguió algún tiempo con el teatro, que le había entrado en vena, pero al fin se centró en la poesía, cuando sintió despertar dentro de si el torrente de naturaleza y humanidad que llevaba
dentro.

Carlos Fenoll enciende un cigarrillo. Fenoll, vista cansada, cansado está ya de muchas cosas, pero prosigue.

-Poco después de darme aquel primer poema (8), Miguel me entregó otro (9) que yo llevé al director de «Actualidad», un tal Millán (10), y cuando se publicó se lo di a Miguel. Venía de la huerta con el ganado y comenzó a dar saltos de alegría. Estaba lleno de júbilo; radiante. A poco se siente influido por poetas regionales como Vicente Medina y Gabriel y Galán
Probé Juanica! ¡Probé güertana....'
Por la sendica pal cimenterio la han llevado muerta esta mañana…

Miguel tenía una gran facilidad para versificar. En la panadería acostumbrábamos a improvisar. En Orihuela, donde se han dado algunos muy famosos, a esto se le llamaba «trovar». Se daban, incluso, reñidas competiciones. Luego Miguel avanza a grandes saltos.
Fue de Bécquer a Machado, Juan Ramón, Gabriel Miró y Góngora. El salto a Góngora fue rapidísimo. «Perito en lunas», libro evidentemente gongorino, supera al propio gongorismo. Es un puro libro de acertijos.

Hay un constante estío de ceniza
para curtir la luna de la era,
más que aquella caliente que aquél iza,
y más, si menos, oro, duradera.
Una imposible y otra alcanzadiza
¿hacia cuál de las dos haré carrera?
Oh tú, perito en lunas: que y sepa
qué luna es de mejor sabor y cepa.
[XXXV / HORNO Y LUNA]

Miguel va imitando a todos los grandes sin dejar de ser él. Las diversas influencias están bien patentes en su obra. Las tuvo de Sijé en sus comienzos, que era un católico a machamartillo. Para seguir su trayectoria literaria había que seguir, muy de cerca, aquellos tiempos en que se oía en Orihuela: «el hijo de "Vicenterre" también hace teatro». Y el «hijo de Vicenterre» era Miguel, que comenzó en literatura por lo más bajo: las novelas de folletín.

El siguiente capítulo se titula “Las tardes en el “alcavor” (sic) [alcabor]. Ver


*José María Moreiro periodista de ABC, antes de 1978, publicó la entrevista en «Miguel Hernández 32 años después», Flashmen, nº23, junio 1974.


NOTAS
1).-Una tal Elvira, le había alquilado un piso en Barcelona, y cuando llegó con la familia el piso no exitía, le había timado, por ello se tuvieron que ir a un barrio de barracones de madera cerc de Montjüich.
2).-Carlos no quería hablar con nadie del tema de Miguel, sin embargo es posible que el periodista José María Moreiro le persuadiara con alguna remuneración. Además fue una entrevistas con fotografía.
3).-Se trata del segundo cuarteto del soneto "Madita Hora", Intimidad poética. Alicante abril de 1943.
4).-Antonio Gisbert Aguilera
5)Los Semidioses de Antonio Oliver
6)Si habíaN nacido en la misma calle de San Juan ¿cómo no se conocían?
7)Las bailarinas bíblicas, que acabaría llamándose Quien te ha visto y quien te ve y sobra de lo que era, porque así le pareció a José Bergamín para publicar en su revista "Cruz y Raya" en 1934.
8).-"Pastoril" publicado el 13 de enero de 1930 en "El Pueblo de Orihuela".
9).- El primer poema de Miguel en "Actualidad" es "Horizontes de mayo", nº 117, de 22 de mayo de 1930.
10) El director y porpietario era Alejandro Roca de Tagores, y redactor-jefe Actualidad era Tomas López Galindo, abogado y jefe de Jesús Poveda. Galindo presidía las Juventudes de Unión Patriótica.